Crear este espacio de cuidado siempre fue mi intuición

Soy Carla Bosch, Psicóloga Perinatal y mamá de dos criaturas.

Desde que tengo memoria me he sentido atraída por la maternidad, por la crianza y los cuidados. Esta claridad me ha acompañado en cada una de mis decisiones en la vida, tanto a nivel personal como profesional. Estudié Psicología en la Universidad Pública de Valencia y me especialicé en el campo de la Perinatalidad.

Recuerdo aquellos años como apasionantes, bebía cada clase como si todo dentro de mi estuviera disponible para integrar aquella información tan valiosa. Aprendí que el embarazo y la primera infancia es un momento mágico, vulnerable y, que lo que sucede entonces, deja una huella para toda la vida.

Entendí la importancia de los cuidados en esos primeros años, descubrí la importancia del apego (un tema que me apasiona cada día más), los cambios en el cerebro de las madres y en las emociones que nos atraviesan.

Cuando acabé de empaparme de aquellos maravillosos años, me encontré que nadie sabía lo que era una Psicóloga Perinatal y mi puesto de trabajo, no existía. Así que empecé a trabajar en hostelería y pude independizarme.

En hostelería empecé como camarera, después fuí ayudante de cocina y, más tarde, me ofrecieron ser jefa de cocina. En ese momento algo se rompió dentro de mí. Si aceptaba aquel puesto y aquel salario jugoso posiblemente no me dedicaría a la Psicología Perinatal.

Recuerdo aquella decisión con lágrimas en los ojos pero con la seguridad de que mi camino no era por ahí. Siempre he confiado mucho en mi intuición.

Me dejé el trabajo. Me permití espacio para pensarme, para escucharme y sentirme. Y sin querer volvía a una libreta morada donde escribía una y otra vez cómo sería ese grupo de mujeres madres. Cómo nos reuniríamos a escucharnos y compartir vivencias. 

Escribía una y otra vez sobre lo que hoy es una realidad: La Tribu.

Y, después de mucho escribir, imaginar y pensar, pude abrir El Amanecer de Juliette. Con mucha ayuda de mi entorno. 

Allí estaba yo, delante de un local lleno de obreros comprando muestras de pintura para ver cuál era el color de las paredes que quería (probablemente esto fue lo más difícil).

Y, cuando estuvo acabado, supe que era mi hogar.
Con el deseo de que fuera el hogar de muchas otras mujeres.

Como te puedes imaginar, el espacio que antes cobró vida fue La Tribu. Ese espacio fue calma, paz y conexión. Como si mi corazón anhelara crear ese espacio.

Después fueron surgiendo las Asesorías de Sostén Maternal, las Asesorías de Crianza Consciente y, por último, las de Sueño.

Fui creando espacios, escuchando a las familias que formaban parte de El Amanecer de Juliette y así fui creciendo.

Después llegó el embarazo de mi primera bebé, Júlia. Y, casi a la vez de su nacimiento, la pandemia.

Cerré todos los espacios.
El Amanecer de Juliette se quedaba sin fuerzas en esos primeros meses que maternaba a mi primera bebé.

Recuerdo un día que bajé a El Amanecer y apagué las luces sabiendo que aquella persiana no se levantaría más. Aún recuerdo mi mano apagando las luces, era el sonido que anunciaba el fin de un sueño.

Subí a casa, llorando. Y casi sin poder hablar le dije a mi pareja: -Guille, he cerrado El Amanecer.- Y seguí llorando.

Recuerdo como si fuera ayer que él me abrazó y me dijo – Te apoyo en lo que sientas que tienes que hacer. ¿Te parece si te vas a la ducha y luego hablamos?

Así lo hice, después de aquello nos sentamos a revisar cómo podíamos remontar el hogar que había creado para todas las madres. Podíamos seguir abiertos dos meses. Eso era todo lo que teníamos. Después tendríamos que cerrar.

Los días siguientes fui a El Amanecer de Juliette. Subía la persiana, abría la ventana, encendía las luces y me ponía a trabajar, a crear espacios para que mi proyecto llegara a más familias. 

Dos meses, me decía mi cabeza. Aún tienes dos meses.

Y, como por arte de trabajo y dedicación, empezasteis a encontrarme las familias que necesitaban ser acompañados en la crianza consciente, las madres que buscaban sostén, las infancias que necesitaban espacios de juego. Y gracias a todas esas mujeres y familias, sigo aquí hoy.

Desde ese día, me siento muy afortunada cada vez que levanto la persiana, abro las ventanas y enciendo las luces. 

Desde que nació mi segundo bebé, Nil, he sentido una profunda transformación en mi forma de maternar. En mi misma y en las personas que me acompañan en la vida.

Y, El Amanecer de Juliette, como una extensión de mí, también está cambiando.

¿Te quedas con nosotras para ver este cambio que viene? Pronto podré contarte todo lo que tengo preparado para vosotras.

Seguimos sosteniendo la maternidad, acompañando las infancias con respeto y poniendo en valor los cuidados en El Amanecer de Juliette.

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